
«Asteroid City»: Encuentros cercanos

Wes Anderson se convirtió en un director con un estilo tan identificable que por momentos roza la parodia. En las redes es fácil encontrar videos caseros imitándolo. Pero si algo siempre estuvo claro con el director oriundo de Texas es que él nunca iba a ceder ante críticas de quienes ya parecen cansados de los planos simétricos y tonos pasteles. Como si Wes Anderson fuese solamente eso… En lugar de ceder ante presiones de público o estudios, no hizo más que afianzarse a su antojo. Casi como desafiándose película a película a ser cada vez más él mismo.
El director no es sólo su estilo. Eso sería una manera demasiado simplista y aburrida de pensar una filmografía que supo crear personajes icónicos y que transitó tonos extraños entre el drama y la comedia, con una manera muy particular de ver la vida: puede ser hermosa, y absurda y divertida pero también puede serlo muy triste aun teñida de pulcros colores pasteles. Después de La Crónica Francesa, donde se animó a hacer una especie de antología con muchas historias que hacían una, con Asteroid City vuelve a experimentar en lo narrativo. La idea de artificialidad sobrevuela en una película que empieza con un narrador en pantalla blanco y negro (Bryan Cranston) enumerando personajes y contando la historia de la puesta de una obra de teatro. Como una mamushka, también en blanco y negro conocemos al autor (Edward Norton) y parte del proceso de puesta en escena de la obra llamada Asteroid City. Una obra que parece simple en sus formas pero en la cual se irán desplegando cuestiones existencialistas.
A la hora de ver la obra montada, el color y sus tonos pasteles se apoderan de la pantalla. Allí conocemos a personajes que son interpretados por otros personajes, entonces podemos en el medio ver a Jason Schwartzman como un esposo que acaba de quedarse viudo con sus tres hijas pequeñas a cargo y de repente salir de escena y convertirse en el actor que lo interpreta.
Más allá del juego narrativo, Wes Anderson retoma construcciones de personajes frágiles y melancólicos, que no pueden expresar sus emociones excepto a través de líneas punzantes y poéticas, y sus maneras de vincularse entre sí. Como ya hizo antes Margot Tenenbaum, Ned Plimpton o Suzy Bishop, por mencionar algunos (personajes de The Royal Tenenbaums, The Life Aquatic with Steve Zissou y Moonrise Kingdom relativamente). El duelo y la ausencia de alguna figura paterna o materna vuelven a marcar fuertes personalidades.

El multiestelar elenco se compone así de muchos rostros frecuentes (Schwartzman, Norton, Adrien Brody, Willem Dafoe, Tilda Swinton, Jeff Goldblum) y otros tantos nuevos (Cranston, Scarlett Johansson, Tom Hanks, Maya Hawke, Margot Robbie, Steve Carrell). Algunos personajes construidos con mayor dimensión, otros con participaciones especiales en una escena o poco más, pero cada uno entendiendo el juego y brindando mucha vida a la historia. Wes Anderson consigue exprimir a sus actores en pocos minutos.
Además el director, que además escribe él a solas esta vez el guion, incluye aquí un componente de ciencia ficción a la cual se acerca a su manera (con melancolía y ternura entrelazadas). Sin entrar demasiado en detalles y posibles spoilers, la película incluso coquetea con el tema de la pandemia al introducir una cuarentena.
Hay siempre una mirada algo ingenua, infantil quizás. Como suele ser en sus películas, los menores se comportan más como adultos que los propios adultos. Lo calculado que parece todo, cada línea, cada plano, cada barrido horizontal, amenaza por momentos con comerse lo emocional pero eso no sucede porque la narrativa y el estilo se combinan de manera armónica.
Creativa, divertida, conmovedora, Asteroid City deja entrever a un director enamorado de hacer cine y de tener la libertad de hacer lo que quiere y de trabajar con la gente que quiere, como Milena Canonero en la creación de vestuarios o Robert D. Yeoman en fotografía o la banda sonora de Alexandre Desplat e incluso Jarvis Cocker y Seu Jorge convirtiéndose en pequeños personajes e interpretando alguna canción. Con una historia creada en conjunto junto a Roman Coppola, está llena de perlitas para sus seguidores.
Autoconsciente y reflexivo, Wes Anderson demuestra una vez más que es un director afianzado a su estilo y nos invita a ser parte de su universo con una única condición: que lo dejemos ser. Eso y su capacidad para construir historias y personajes peculiares lo hacen único. Porque muchos lo quieren imitar pero pocos lo consiguen: casi ninguno puede mirar más allá del envase.