
BAFICI: El día del documental (los imperdibles) (IX)
Como parte de una nueva jornada del Festival de Cine Independiente, pudimos ver dos documentales muy personales. Cada uno de estilo y temática bien diferente, también corresponden a distintas secciones de este evento.
Uno está en competencia internacional, mientras que el segundo forma parte de las proyecciones especiales. A continuación, comentarios sobre ambos largometrajes, que, más allá de su género, valen la pena ver.
El Etnógrafo: Mi vida wichi
Ayer jueves 19, coincidiendo con el día del Aborigen Americano, y como proyección especial dentro del BAFICI, se presentó el documental El etnógrafo, dirigida por Ulises Rosell.
Lo llamativo e interesante de esta película es que, si bien habla de la realidad de la comunidad wichi salteña (como ejemplo, en el trasfondo están todas las comunidades indígenas de nuestro país), lo hace a través de los ojos de un antropólogo inglés que llegó a Argentina en los ’70 para hacer trabajo de campo para su tesis de doctorado, y nunca más se fue.
De esta manera, se tocan diversos temas, cada uno muy complejo en sí, de una manera transversal, mostrando al espectador nudos que no se profundizarán de manera detallada, pero que logran impactar. La pobreza, la devastación de sus recursos, la extranjerización y sobreexplotación de las tierras, las diferencias culturales e idiomáticas, el abandono legal del que son víctimas.
Y en medio, sus hijos, en quienes la madre deposita una gran esperanza para el futuro, que se crían en un ambiente trilingüe: el wichi materno, el inglés del padre, y el castellano de la escuela. Toda la película se contará en estos idiomas, enfatizando la difícil realidad de esta comunidad, tan fuerte en su relación con la naturaleza, y tan débil en su relación con el mundo moderno.
Un film llevadero, con toques del humor de la vida misma, y una bizarra discusión sobre una iguana que no tiene desperdicio. Muy recomendable.
La casa de Emak Bakia: La búsqueda errática
Oskar Alegria nunca pensó que el famoso fotógrafo Man Ray había hecho cine, hasta que, de casualidad, vio sus películas. Él es vasco, y supo intuitivamente que el paisaje que veía en esos peculiares films, además del nombre de la casa en la que pasó un tiempo el artista, tenían que estar cerca de su tierra.
Así encara la búsqueda de esa casa, encontrándose con un camino errático, “a trompicones” dirá él mismo, que lo llevará a descubrir desde el significado de la expresión “Emak Bakia” hasta una princesa rumana.
La película es narrada mediante placas negras con letras blancas, como en el cine mudo. Llena de humor, curiosidades, y algo de nostalgia, nos transporta a otras épocas, y a la revalorización de los legados.
Será difícil verla sin pensar en alguna historia para seguir. Algún trozo de imagen, o palabra que nos lleve a descubrir una gran historia.
Muy recomendable, el largo es parte de la competencia oficial del BAFICI, y tuvo su estreno mundial en el marco del Festival, con la presencia de su director. Ojalá llegue a las salas comerciales, para que todos puedan descubrir el misterio de un nombre, y la maravilla de su búsqueda.