#BAFICI23: Tres de la Competencia Argentina

Julia no te cases, de Pablo Levy; Paula, de Florencia Wehbe; y La Edad Media, de Alejo Moguillansky y Luciana Acuña

Uno de los hermanos Levy directores de Novias, madrinas, 15 años, Masterplan y All Inclusiva, Pablo encuentra en la historia de su madre su nueva película: Julia no te cases. A través de una conversación que es grabada, es ella quien le pone voz a su historia, quien la narra y reflexiona alrededor de ella en el hoy, incluso haciéndose preguntas, tratando de entender. En resumen, la historia de Julia es la historia de una mujer que buscó ser feliz a su modo y sin poder ni querer adaptarse a los mandatos todavía más firmes de su época. Esa manera de ser y de llevar su vida, como por ejemplo casarse y separarse, decidir sola querer ser madre, o permitirse alguna relación extra marital cuando se encuentra con alguien que le da un tipo de cariño que desea, es lo que la tilda en la familia de transgresora, de la distinta, «la oveja negra». Con imágenes de fotografías y videos caseros, Levy reconstruye la historia de su madre hasta llegar al hoy, una mujer que se mira y se piensa y todavía no está segura de de qué se siente orgullosa y de qué no. Es un retrato sensible sobre la primera mujer a la que todxs admiramos y un ejercicio interesante que a veces no pasa de nuestra imaginación: quién fue nuestra madre, cómo era cuando tenía nuestra edad, de qué se habrá arrepentido. El documental supera lo anecdótico más allá de no ser, formalmente hablando, mucho más que esa mujer narrando, pero con eso mismo es suficiente porque le da voz a una mujer «intoxicada de palabras», como le dice en algún momento un psicólogo. Concisa y conmovedora en su simpleza.

Para su segundo largometraje tras Mañana tal vez, la cordobesa Florencia Wehbe se vuelca a contar la historia de una adolescente que, como nos pasó a casi todas, se siente presionada por los estándares de belleza en los que no encaja. Paula empieza con una bellísima secuencia de créditos iniciales y luego vemos a su protagonista en el primer día de un nuevo año en el colegio junto a su grupo de amigas que pronto cumplirán quince. La idea de las fiestas, la de sus compañeras pero también la propia, cobra importancia y la suya se convierte de a poco en una especie de bomba de tiempo para Paula. Frustrada por no entrar en el vestido que le gusta, por ver a su hermana mayor con un cuerpo en el que entran prendas que a ella no, odiando la imagen que el espejo le devuelve y queriendo que el chico que le gusta la mire, es que cae en una especie de blog/red social donde, a través de un alias y desde el anonimato, comienza por un lado a sentirse menos sola pero por el otro a caer en un trastorno alimenticio que allí es fomentado. Esa parte de la historia resuena a Abzurdah quizás porque antes de Cielo Latini este era un mundo que estaba muy oculto pero aún hoy es un tema del que se habla poco porque quien lo sufre, y los números son realmente aterradores, lo hace siempre a escondidas, fingiendo conductas que distraigan. En este sentido, el retrato de la enfermedad se queda un poco en la superficie, apostando a una serie de escenas que ya son casi lugares comunes en este caso, y se añora una mayor profundidad a la hora de abordarla desde lo psicológico. Quizás lo más interesante a nivel desarrollo se encuentra en el seno familiar, en esa dinámica entre madre e hija, entre hermanas, y también con la figura de un padre que está pero mira por encima. Las jóvenes actrices que interpretan al grupo de amigas que beben, fuman y se llenan de glitter para salir a bailar, están muy bien en su rol aunque salvo uno sean personajes sin mucha distinción, como intercambiables. Por momentos, Paula peca de aquello que Camila saldrá esta noche, de Inés Barrionuevo (realizadora también cordobesa y que aparece en los agradecimientos): se la siente más en línea con el tema a tratar en sí que con la historia a contar. Es una película que pone en foco una temática que es necesario mostrar y discutir para entenderla y lo hace con empatía, sí.

Luciana Acuña y Alejo Moguillansky (Por el dinero) rodaron su nueva película, La Edad Media, durante la cuarentena que nos mantuvo varios meses encerrados. Cleo, la niña de la casa, es la narradora de esta singular película que al principio, como podemos esperar, narra los vaivenes de una familia que de repente se ve obligada a encerrarse en la casa, trabajar desde la casa, estudiar desde la casa; un espacio que se torna demasiado pequeño para tres personas con intereses y estilos de vida distintos. El hombre que intenta filmar una película dirigiendo a una mujer mayor desde una pantalla de computadora, la bailarina cuyo proyecto teatral se ve impedido de continuar, y la niña a la que le cuesta concentrarse en las clases a través de zoom. Cleo intenta sortear su aburrimiento y pronto encuentra un objetivo: comprarse un telescopio. Para eso, se propone juntar dinero pero el telescopio se la pasa aumentando ridículamente de precio. Entonces, a escondidas de sus padres y con la ayuda de un mensajero que se mueve en moto, a quien llama justamente Moto, empieza a vender cosas que encuentra en su casa. La película se va tornando surrealista y es una propuesta original para estos tiempos en donde lo que menos ansiamos es introducirnos en una época de nueva normalidad que todavía transitamos y que nos tiene en un perpetuo acostumbramiento. Pero en el medio se torna reiterativa y se siente como un chiste un poco estirado y además es como si quisiera abarcar demasiadas aristas. Una cinta simpática que funciona como un espejo para mirarnos y pensarnos y llegar a una conclusión a la que siempre termino llegando: el arte salva.

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