«Corsage» (La emperatriz rebelde): En busca de libertad

«Quiero surcar los mares como un holandés errante femenino hasta que un día me hunda y desaparezca.»
Sissi Emperatriz

Elizabeth de Austria, conocida como Sissi Emperatriz y recordada por su belleza y su larga cabellera, fue una mujer de varios cargos (Emperatriz de Austria y Reina de Hungría, entre otros) que no se amoldó a lo que se esperaba de una mujer de su época. Más allá del detalle que se lo podría asociar con la vanidad, de una obsesión con la comida que podría ser un trastorno alimenticio y el miedo a envejecer, era una mujer curiosa, culta y con el síndrome viajero, ya que no podía quedarse quieta. En esta película, Marie Kreutzer (The Fatherless) la retrata de manera fresca como una mujer fuerte y rebelde. Mucho en este retrato tiene que ver también la interpretación de la talentosa actriz Vicky Krieps.

El momento elegido es aquel que tanto teme Elizabeth: su cumpleaños número cuarenta. Cumplir esa edad en aquella época no tenía que ver con una crisis de mediana edad: la mujer perdía valor, belleza, sus posibilidades de engendrar herederos y además era la esperanza de vida promedio para su género. Por eso a ella cada comentario al respecto, por más bienintencionado que parezca, se le introduce como si fuera un cuchillo.

Hay muchos momentos valiosos en esta película que se permite jugar con elementos asincrónicos y una banda sonora actual, con música de Camille y alguna versión de los Rolling Stones, entre otras. El comienzo del cine es uno de ellos, con la una emperatriz siempre curiosa que elige retratarse en movimiento frente a un nuevo invento en lugar de posar para un cuadro que ya no va a retratar a una mujer joven. Otros tienen que ver con el hecho de que parece sentirse más cómoda en el manicomio rodeada de mujeres «locas» (adulterio o melancolía eran algunos de los diagnósticos). Escenas que se escapan a todo rigor históricos porque son parte de una vida inventada, imaginada por Kreutzer.

A la emperatriz la vemos cubrirse el rostro en público y bailar o masturbarse en soledad. Se entiende algo mejor con su hijo mayor que con su hija pequeña, atrapada desde niña en las reglas y mandatos de los que ella busca librarse. No se apela al romanticismo que caracterizó a otras producciones sobre esta figura.

A la película se la ha comparado bastante con la incomprendida en su momento María Antonieta de Sofia Coppola y algo de aquella hay: un retrato feminista e intimista de una mujer atrapada en un castillo pero con una frescura y actitud rocker que la hacen actual. Pero la gran diferencia radica en que acá es el retrato de una mujer adulta, a diferencia de aquella que se encargó de mostrar a María Antonieta como lo que en realidad era: una adolescente. «Sissi se estremece ante los retratos de María Antonieta que nació allí en un crudo invierno de 1755. Al igual que la infeliz emperatriz de Francia, que llegó a la corte de Versalles siendo apenas una niña para casarse con un rey al que no conocía, se siente como si viviera en un escenario teatral», escribe Cristina Morató en el perfil que hace en su libro Reinas malditas.

Marie Kreutzer se toma sus propias libertades e incluso reescribe su final y le entrega el que quizás ella hubiese elegido. Uno a tono con la libertad que la emperatriz siempre añoró. Acompañada de un séquito de mujeres y alejada de corsés que aprietan amenazando con dejarla sin aire, liviana como nunca antes había podido sentirse. Es una reimaginación de este particular año en la vida de Elizabeth.

Una película con una personalidad avasallante, con mucha actitud y cautivadora como su protagonista.

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