«Fantasma vuelve al pueblo»: Entre el pasado y el futuro

Después de un estreno pandémico online a través de CineAr llega a la pantalla grande la película misionera del director Augusto Gonzalez Polo. Una modesta fábula sobre el regreso a los orígenes.

Unos días antes de Año Nuevo, Fantasma (apodo de Demóstenes, quien no quiere utilizar su nombre real) vuelve ya con cuarenta años al pueblo del que se fue para seguir una carrera. Por eso en cada reencuentro con personas que dejó atrás en su vida, se le pregunta al respecto y se ve obligado a contar que no, que no terminó su carrera, que no está estudiando, que no es un triunfador en la ciudad. Como si fuese obligación lograr algo grande como escribir tu propia obra de teatro, sino para qué te fuiste, cuánto tiempo perdido.

Fantasma se reencuentra con su viejo amigo Luis Miguel, quien ahora parece un hombre de negocios exitoso en el pueblo. Tiene mucha gente trabajando para él y se muestra siempre ocupado entre llamadas y problemas por solucionar, aunque también tiene tiempo para sus andadas por fuera del matrimonio. En este regreso, Fantasma entiende que tiene que empezar de abajo y acepta cualquier trabajo que le ofrezcan aunque no se sienta conforme. Uno de los encargos de Luis Miguel es conseguir un lechón justo sobre la fecha para la época más requerida del año. Cuando el lechón que consigue no es más que un cerdo vivo, esto genera algunas situaciones absurdas que de todos modos son retratadas de una manera sutil, sin caer en comedia burda y efectista.

No hay mucho más y al mismo tiempo todo eso es suficiente en esta película que sigue a su personaje principal entre reencuentros e intentos por sentirse una vez más uno de ahí. Alfonso Tort le imprime mucha autenticidad y naturalidad a su personaje, alguien que a veces no dice nada pero observa todo mientras va y viene.

Fantasma vuelve al pueblo tiene algo de comedia y de costumbrismo pero todo en una medida justa, no genera carcajadas pero sí sonrisas cómplices. Al mismo tiempo funciona como radiografía de la vida en los pueblos del interior, con un ritmo plácido que le sienta bien. En fin, una producción sencilla y simpática pero también reflexiva sobre el paso del tiempo y la adultez.

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