
«Delirium»: Ricardo, Ricardo, Ricardo Darín…
Si vieron el tráiler de “Delirium”, saben que la idea era a priori, genial. Es más, parte de un supuesto generado por las cuantiosas cifras que recauda cualquier película que protagonice Ricardo Darín (excepto la española “Una pistola en cada mano”, de Cesc Gay en la que tenía un rol secundario, en el resto, el hombre es garantía de éxito y ya sabemos que nunca baja del millón de espectadores en cada film). ¿No es entonces un lugar común fantasear que con Darín en el line-up cualquier proyecto (incluso el más delirante) facturaría en forma?
El eje de la trama es la de tres amigos, un poco perdidos en la vida que buscan pasar al frente haciendo dinero fácil. Y nada mejor que intentar un camino rápido, conseguir al actor más importante de la escena local y ponerlo a trabajar con la idea de hacerse ricos de la noche a la mañana.
Martin (Ramiro Archain), Federico (Miguel Di Lemme) y Mariano (Emiliano Carrazzone), cranean un plan que funciona de inmediato, porque Darín cree que uno de ellos es hijo de un conocido de hace tiempo. Entonces accede a rodar un corto creyendo que es para una escuela de cine.
“Delirium” arranca como un tanque, se lleva todo a su paso. Durante la aguda primera hora, hace del desparpajo, un lugar donde nos sentimos cómodos y disfrutamos con los gags físicos e ingeniosos (la entrevista para buscar fondos en la entidad oficial que otorga subsidios es buena de verdad). Entra Ricardo, y ya sabemos, se mete al espectador en el bolsillo más chiquito del saco.
Y el menú ya está servido. Pero es ahí donde comienza el problema de Carlos Kaimakamian Carrau, el hombre detrás de las cámaras. Todo está listo y viene bien (los cameos de los periodistas marcan una línea interesante)… pero… se detiene el motor inexplicablemente y “Delirium” comienza a perder el rumbo.
Falta sustancia cuando comienza el rodaje del falso corto y lo que se despliega después, no tiene la calidad del principio. Ahonda en lugares comunes y su humor se va desvaneciendo, sin sorpresas hasta el final. A pesar de los esfuerzos del gran actor argentino, dejamos de sentirnos cómodos y entretenidos.
Pero cuidado, como producto original, transgresor, “Delirium” es un intento a tener en cuenta. Tiene un inicio brillante pero el resto del metraje no logra sostener la premisa y se queda corto con lo que propone, como si faltaran ideas y vueltas de tuerca para mantener la locura propuesta. Sin embargo, es un exponente de un cine que comienza a perfilarse en busca de un público propio y esa búsqueda debe respetarse. A barajar y dar de nuevo, con o sin Ricardo, por supuesto.
Anexo de Crítica por Rolando Gallego
Por mucho que se quiera sostener una idea disparadora, el cine, muchas veces juega en contra de algunas realizaciones. En algunos recientes filmes nacionales un tema es la punta de lanza para intentar sostener algo mucho más extenso que un cortometraje y allí es cuando esa misma idea disparadora se licua y se desvanece. Con «Delirium»(Argentina, 2014) a Carlos Kaimakamian Carrau hay que reconocerle las ganas de generar algo diferente, mucho mas cercano a la nueva comedia americana («This is the end» como ejemplo máximo) pero tan alejado a nuestra idiosincrasia que termina sesgando el mismo producto que intento construir.
Tres amigos, estereotipados, como el nerd, Martin (Ramiro Archain), el responsable, Federico (Miguel Di Lemme) y Mariano (Emiliano Carrazzone) el mujeriego y deshonesto, quieren terminar con sus rutinas e intentan buscar un negocio que los saque de la ruina. Luego de dar muchas vueltas piensan que la mejor salida es filmar una película de bajo presupuesto y logran despertar el interés para protagonizarla, por equivocación claro, a Ricardo Darín.
A partir de allí una serie de hechos desafortunados terminaran por complicar todo y llevaran a los tres amigos a una confusión que terminará como cuestión de estado. “Delirium” toma el ridículo de la tradicional comedia delirante (piensen en “Mujeres Amazonas en la Luna”, o más cercana en el tiempo las sagas de los hermanos Wyans) algunos puntos pero no logra terminar de cuajar del todo con la idea.
La intención de Kaimakamian Carrau es clara, poder mostrar a Darín en una veta que hasta ahora en el cine no se ha visto, la del «bardero» y «rápido» contestador, y eso es justamente lo mas entretenido del filme, con algunas intervenciones del actor riéndose de si mismo y participando así involuntariamente de una agenda mediática cargada de nada (con todos los noticieros a disposición de “Delirium”) y que del entertainment nutre sus ininterrumpidas transmisiones maratónicas.
La falta de ritmo y dinamismo, como también una edición vertiginosa que acompañe la acción es justamente la principal falencia del filme, que se queda en el el intentar ser «innovador» contando la «original» idea de una manera vieja. Apartado especial para la reutilización de imágenes de sucesos históricos lamentables (corralito, saqueos, etc.) para la contextualización de la historia. Una decisión poco feliz dentro de un panorama que ya venia complicado.
Darín es Darín y se lo apoya por haber aceptado correrse de un lugar de confort, al igual que el cameo de Susana Giménez como la Presidenta, ofreciendo un discurso una vez mas desalentador. “Delirium” podría haber sido una fiesta, pero termina siendo la resaca del ultimo invitado a quien nadie quiere acompañar a salir del salón. Fallida.