
«El mensajero»: viaje al corazón de la Salina
Martín Sola es un documentalista reconocido, talentoso, con gran sentido de la estética y de lo que realmente importa transmitir, a través de la imagen. Ya vimos que es capaz de hacer en «Caja cerrada» (2008) y si te gusta su estilo, seguramente «Mensajero», te sorprenderá. El escenario, la puna norteña, los cerros, el clima desértico, las altas temperaturas, los obreros marchando bajo el rayo del sol… Impactan. Indudablemente, la elección del lugar, define.
La excusa para este documental de observación (no puro, pero… casi!), es la historia de Rodrigo (tocayo!), un chico local que hace de mensajero en su pueblo y cierto día decide ir a conchabarse como temporario en la salina. Gran ruptura desde lo emocional: hay poco para hacer en ese pueblo y la única alternativa parece ser irse a buscar alguna fuente de ingreso…Está bien que nuestro protagonista marcará parte de la direccionalidad de la historia, aunque en algún momento lo perderenos de vista.
Mucho travellings, tomas de cielo (nubes), traslados de operarios… Fotografía que impacta, sin dudas… Ritmo adecuado para contemplar el paisaje en su máxima belleza.
Es cierto que Solá encontró una veta interesante para describir una realidad social fuerte, la falta de empleo, lo difìcil de vivir en ese contexto y el valor de cada habitante, reflejado en su mirada y sus acciones. Atraen, sin dudas. El tema es que, fuera de las intervenciones de algunos pobladores, este documental es un ejercicio de aprehensión de la realidad bastante pasivo para el espectador tradicional. Lo cual hace que en caso de que no estés familiarizado con su estética, es probable que te parezca lento y la historia te cueste.
Interesante, sin dudas, no apto para el público que siente apego por propuestas más directas, incluso dentro del género.