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“Refugiado”: durmiendo con el enemigo

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Ya dije en muchas oportunidades que “Tan de repente”, la ópera prima de Diego Lerman, me parece de las mejores producciones locales de un debutante en los últimos años. La idea, en aquel film, era la de una fuga, un escape hacia adelante sin saber porqué, impulsado por la curiosidad y los latidos de un corazón que busca un ritmo diferente, propio y de ruptura.

Aquí, en “Refugiado” (que ya viene precedida de un gran recorrido festivalero), Lerman también habla de una salida. Una huída desesperada, donde no hay tiempo para nada más que para asegurar la supervivencia propia y la del ser amado. Una película que tiene todo el encuadre formal y “correcto” de lo que según los manuales tiene lugar en los casos de violencia doméstica, pero a la vez, exuda humanidad y dolor en partes iguales.

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Laura (Julieta Díaz) es una mujer que sufre violencia de género. Está casada y su hijo Matías (Sebastián Molinari) es su sol, la alegría de sus días. Es el ser que ayuda a soportar su complicada vida marital. Ellos atraviesan sus días, con un hombre violento. Un marido y un padre que emite dobles mensajes todo el tiempo, puede ser una persona dulce y pacífica, o puede ser el que golpea y lastima sin piedad.

Luego de un incidente donde Laura aparece en su departamento golpeada y es llevada por la policía a un refugio junto a su hijo, la documentación del hecho la asustará y llevará a plantearse el no realizar la denuncia judicial ,escapando de quienes intentan ayudarla: la policía y la asistencia social. Esta mamá, temerosa aunque decidida, dejará la protección del Estado y se lanzará a las calles con sus escasísimos recursos para tratar de proteger su vida, lejos del hombre con el que convive.

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“Refugiado” es una película honesta y directa. Julieta Díaz compone el mejor papel de su carrera y transmite todas las emociones con simpleza y potencia, generando gran química con Sebastián Molinari, absolutamente encantador. El guión recorre lo esperable, con gran sensibilidad, sin caer en golpes bajos.

Lo destacado es que Lerman no renuncia a su visión a pesar del tema que aborda, sus personajes desbordan de matices y logra evitar el discurso moral a pesar de lo riesgoso de la situación presentada, ubicando a sus protagonistas bien cerca del afecto, para poder acompañarlos en su viaje sin dobles discursos. Una película necesaria y que logra predisponer al debate, en un registro cuidado y sensible. De lo mejor de este año en la producción local.

Anexo de Crítica por Rolando Gallego

A veces el peor enemigo es uno mismo, o al menos es lo que intenta decir Diego Lerman en “Refugiado” (Argentina, 2014), una película que toma la violencia de género como punto de partida y afirma algunas cuestiones relacionadas con la complicidad de la victima con el victimario. Laura (Julieta Díaz, enorme en esta interpretación) es la madre de Matías (Sebastián Molinaro) y pese a que se desvive por él, el infierno que diariamente vive por parte de su pareja hacen que termine convirtiendo al niño en una excusa y negación constante más que en una crianza consciente.

Un día Matías (Molinaro) es acompañado por la madre de un compañero de escuela hasta su casa luego de un festejo de cuy se encuentra con un panorama bastante perturbador, su madre, en el piso, golpeada y rodeada por pedazos de vidrios. Inmediatamente son ubicados en un centro para víctimas de la violencia y en ese lugar, en el que Laura rápidamente se recupera, imaginarán una estrategia para poder vivir tranquilos y sin la amenaza del marido y sus golpes.

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Pero no todo es ideal en esta historia, ya que Laura y el niño se escapan de la institución y comienzan un escape, en plan road movie, pero urbana, en la que ambos saltarán de un hotel a otro, de una pensión de mala muerte a esconderse en su viejo trabajo y allí también conseguir la contención necesaria para atravesar tan difícil momento.

Madre e hijo corren por la ciudad, se apresuran, no quieren ser vistos, y la tensión crece, en cada mirada hacia atrás de los protagonistas aquejados por una angustia profunda y que nunca cesa. Lerman, una vez más, apela a imágenes intimistas, con planos cortos y detalles, largas escenas sin diálogos y una ciudad mostrada desde su lugar más sórdido.

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El padre está fuera de campo y en la voz en off de cada uno de los miles de mensajes que deja a Laura solicitándole perdón. Además el director suma el punto de vista de Matías, con planos que visualizan el detalle desde la altura de la cámara y así emulando la vista del niño. Refugiado es una película dividida entre la búsqueda infantil de apoyo parental y una tensión que trasciende el “psicopateo” clásico que películas de la misma temática han logrado hacer.

La excelente actuación de Díaz, además, suma una gran personificación de “Refugiado” en ella, algo que en otros casos podría perjudicar el histrionismo y terminar generando un discurso sin efecto y sensacionalista. Para seguir comprendiendo la dinámica dentro de una pareja en la que se ejerce violencia de género y que sólo hacia alguno de los momentos finales puede llegar a comprender que la respuesta que escucha no es la que espera. Intensa y con grandes actuaciones.

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