Christian Petzold es el niño mimado de la nueva movida cinematográfica germana. Durante la última década, ha dejado grandes títulos e instalado un cine de preocupación social (no me gusta tanto la palabra «denuncia» para definirlo) que integra buenas historias y personajes complejos («En tránsito», «Bárbara», «Phoenix»). Es un director fresco, intenso y que deja huella en sus relatos.
Es curioso ver el éxito de «Cielo Rojo» (ganadora en la Berlinale de febrero pasado), a la luz de sus trabajos anteriores. No es que sea éste un film menor, pero digamos que es una propuesta más introspectiva, descontracturada, juvenil, que difiere de la línea que lo hizo famoso. Insisto en este punto porque creo que ésta es una buena película, pero lejos de los hits de su carrera. Entiendo que haya una enorme predisposición para aplaudirla pero es saludable advertir que tenemos en nuestras manos, una película cálida, simpática, reflexiva, pero… de playa. De vacaciones.
La trama presenta a un par de amigos que se van a pasar unos días a la casa de la madre de uno de ellos, en una casita frente al mar Báltico. Son dos chicos (bueno, no tan chicos, pero no tan grandes), Leon (Thomas Schubert) y su amigo Felix (Langston Uibel). El primero es escritor, y tiene un bloqueo importante para terminar su último y necesario libro. Tiene problemitas, por así decirlo. Luego de un accidentado viaje, llegan a la casa asignada, pero en ella hay una parejita con la que deben compartir el espacio: Nadja (Paulita Beer, nueva actriz fetiche del director) y Devid (Enno Trebs), quienes comparten una relación sexual, natural, que perturba a Leon desde el primer momento.
Los cuatro viven bajo el mismo techo, pero todo el foco está puesto en Leon y sus enormes dificultades para resolver los temas que lo apelan: se siente atraído por Nadja y no sabe como expresarlo, y tiene cuestiones con su trabajo y el enfoque del mismo, que no logra resolver.
Eso genera pasos cómicos, sonrisas, atracción, casi como una comedia romántica de verano. Pero no olvidemos que está Petzold detrás de ella… Esta calma playera será interrumpida (o no) por un incendio que se va en un bosque próximo y que amenaza extenderse y llegar hasta la casa.
Todo esto, claro, impulsa una asociación directa con la zona de confort y la de desafío. Leon tiene que cambiar porque es insostenible su posición si quiere avanzar en la vida, y para eso, debe «quemar» su status actual antes de que sea demasiado tarde. Claro, está el cambio climático también y su problemática. Pero entiendo que el director quiere bucear en las contradicciones humanas que se producen cuando el cambio amenaza su seguridad. Y esa falsa condición, colapsa.
Eso generalmente sucede cuando la gente se enamora. Como en «Cielo Rojo».
Esta es una peli chiquita, confortable, curiosa y bien actuada. La audiencia pasa un momento totalmente disfrutable aunque lejos de la intensidad del cine más enraizado en los productos de Prezold. «Cielo Rojo» es una cinta que gira sobre el cambio, la letanía y el valor para transitar por lo que no queremos transitar. Y desde ese punto de vista, cumple.