
«Simone, le voyage du siècle» (Simone, la mujer del siglo): La memoria como legado

El director de La vie en rose (sobre la vida de Edith Piaf) y Grafe of Monaco (sobre Grace Kelly), se introduce ahora en la fascinante e importante vida de Simone Veil. Pionera del feminismo, sobreviviente de Auschwitz, abogada, esposa y madre, se convirtió en la primera mujer en ser Ministra de Salud en Francia y luego Presidenta del Parlamento Europeo. Entre sus variados logros, se le atribuye uno de importancia vital e histórico: en 1974 da un impactante discurso y consigue que se despenalice el aborto. Escrita y dirigida por Olivier Dahan, esta película viene a ponerla en foco y presentar la vida de una mujer que nunca bajó los brazos y que dejó un testimonio cargado de experiencia y sabiduría.
Es difícil empezar a pensar en cómo se abarca una vida tan rica e inmensa como la de Simone Veil. Si bien hay hitos de mayor interés e impacto, lo cierto es que toda su historia está entretejida para convertirla en el ícono que fue. En este caso, Dahan parece por momentos hacer una selección y sin embargo a medida que la película se sucede, con varias idas y vueltas en el tiempo y algún flashback dentro de otro flashback, Dahan parece querer abarcarlo todo. Y le queda algo grande.
La película comienza con una Simone Veil ya mayor que pasa sus tardes rememorando y escribiendo en un cuadernos fragmentos y pensamientos de su vida. Todavía algunos afectos la acompañan, otros se han perdido en el camino. Convertida en abuela, pretende dejar testimonio de una vida y trabajo de los cuales es muy consciente de su importancia. Porque en esas imágenes junto a sus nietas, se percibe la satisfacción de saber que se les está dejando un mundo un poquito mejor para ellas y las fuerzas para seguir trabajando al respecto.

Rebecca Marder interpreta a la Simone desde la adolescencia hasta la treintena, que vive con su familia cuando el miedo empieza a apoderarse de las calles y luego son arrastrados hacia los campos de concentración. Protagoniza escenas muy fuertes y dramáticas que retratan aquella parte terrible de la historia que a veces parece una ficción. Es a ella a quien también se la verá sobrevivir con solo 17 años y de a poco volver a recuperar las astas de su vida, cuando conozca el amor y sobre todo cuando decida no ser una esposa y madre que se quede en casa y se aventure a la universidad, un lugar todavía demasiado ajeno para las mujeres.
En su versión más adulta, ya como Ministra de Salud y hasta los momentos finales, es Elsa Zylberstein quien la interpreta, a veces detrás de mucho maquillaje para la edad más avanzada. Ambas actrices entregan a una Simone siempre decidida, que sufrirá mucho a lo largo de su vida y nada de lo que suceda terminará nunca de romperla, al contrario, se ve fortalecida.
Si bien la película se mueve entre tiempos de la misma manera en que se mueve la memoria, con idas y vueltas y fragmentaciones, ésta por momentos hace que algunos hitos se tornen algo repetitivos o, al contrario, no se profundice demasiado en otros. Se entiende la intención de darle voz a la propia Veil pero también se siente un abuso de esa voz en off y el resultado termina siendo demasiado solemne en su tono.
La historia de una mujer que vale la pena ser contada. Todo el trabajo que hizo es admirable, inspirador, valiente. Pero la película quiere abarcarlo todo y luce más académica que cinematográfica. Una estructura caótica, muchísima voz en off, flashbacks dentro de flashbacks. Sus protagonistas se entregan con convicción, aunque a veces el maquillaje no las ayuda.